LA CARTA ESCOCESA DE LOS REYES CATÓLICOS. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

20.02.2024 08:50

               

                Isabel de Castilla y Fernando de Aragón sostuvieron una activa política exterior frente a los reyes de Francia, que habían intervenido en la guerra civil catalana y castellana. Durante la guerra de Granada no perdieron tal perspectiva, estrechando lazos con otros monarcas de la Cristiandad. Uno de ellos fue Enrique VII de Inglaterra, que el 7 de junio de 1488 los felicitó por sus victorias sobre los musulmanes nazaríes.

                Enrique VII había subido al trono de Inglaterra en 1485 tras vencer al ejército de Ricardo III, de la casa de York, en la batalla de Bosworth. Atento a cualquier contragolpe contra su autoridad, se empeñó en evitar que la corona de Francia anexara el estratégico ducado de Bretaña. Incluso acarició la idea de recuperar los dominios aquitanos, perdidos por la monarquía inglesa tras la guerra de los Cien Años. El 26 de marzo de 1489 se concertó una alianza entre Enrique VII y los monarcas hispanos contra el rey de Francia, el tratado de Medina del Campo. Entonces se planteó el matrimonio de la infanta Catalina, hija de Fernando e Isabel, con el príncipe de Gales Arturo. Al año siguiente se propuso que tal alianza también abrazara a la duquesa de Bretaña, al rey de Portugal y al archiduque de Austria Maximiliano I, futuro emperador del Sacro Imperio.  

                Con la guerra de Granada en sus últimos compases, la situación no pasó a mayores por parte de Isabel y Fernando. Fueron conocedores de la alianza el 8 de mayo de 1490 entre Juan de Dacia y Enrique VII, que tuvo que encajar el matrimonio de Carlos VIII de Francia con la duquesa Ana de Bretaña en 1491.

                El vecino septentrional de Inglaterra, Escocia, también emprendió por aquella época una activa política exterior. Su monarca Jacobo IV pugnó por la aplicación de la justicia en su reino, y logró de su parlamento una suma de cinco mil libras para costear la embajada que le granjearía una esposa en la corte francesa o en la española. Atentos a la oportunidad, los reyes hispanos plantearon su matrimonio en 1492 con doña Juana, hija natural de Fernando de Aragón.

                Fernando e Isabel acordaron con Carlos VII de Francia el 19 de enero de 1493 la reintegración de los condados del Rosellón y la Cerdaña, a cambio de no inmiscuirse en la campaña italiana de aquél, en teoría contra las apetencias otomanas. Sin embargo, cuando el rey de Francia la emprendiera en septiembre de 1494 al frente de 38.000 hombres, los monarcas hispanos no se quedaron cruzados de brazos. No les interesaba para nada una Francia más poderosa, capaz de imponerse en el reino de Nápoles, tan ligado a la casa de Aragón.

                Pronto movilizaron sus contactos diplomáticos. El papa Alejandro VI, que les otorgaría el título de Reyes Católicos, les propuso que en la Liga contra Carlos VII entrara Enrique VII. Ejercía de embajador español en su corte el doctor Puebla, un letrado experimentado. Aunque los embajadores de Venecia y Milán también le habían insistido al respecto, el monarca inglés temía el apoyo del archiduque Maximiliano a la casa de York y la hostilidad de Escocia. Jacobo IV apoyaba a Perkin Warbeck, que sostenía ser el segundo hijo de Eduardo IV y duque de York.

                Los Reyes Católicos, conscientes del riesgo, despacharon desde Fuenterrabía cartas confidenciales, cifradas, y como embajador a Escocia a Pedro López de Ayala. Su hermano Diego seguiría los pormenores desde Fuenterrabía. Se debía apaciguar a Jacobo IV, evitando toda alianza con Francia, ofreciéndole la mano de una de las hijas de los Reyes Católicos. No resultaba tarea nada sencilla. Catalina ya estaba comprometida con el príncipe de Gales, Isabel no quería volver a casarse y María debía contraer matrimonio con el rey de Portugal. A pesar de todo, el 18 de agosto de 1496 se firmó la alianza de Jacobo IV con los Reyes Católicos, de mutua ayuda y cooperación comercial.

                Este acercamiento a Escocia podía ser muy mal visto desde Inglaterra. Puebla tuvo que esforzarse en dar las oportunas explicaciones a Enrique VII. Se estaba trabajando para concertar a ambos monarcas de la Gran Bretaña para el bien de la Cristiandad. El 30 de septiembre de 1497 se firmó el tratado de Ayton. Previamente, el 18 de junio, se concluyó el acuerdo matrimonial entre el príncipe de Gales Arturo y la infanta Catalina. Los Reyes Católicos debían aportar una dote de doscientos mil escudos, cuyo pago se hizo problemático. Las posteriores relaciones entre los distintos embajadores, monarcas y reinos distarían de ser plácidas, aunque los Reyes Católicos no dejaron de jugar su carta escocesa para promover sus intereses diplomáticos.

              Fuentes.

                ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS.

                PTR, Legajos, 52, 39 y 131.