LAS PALANCAS DEL IMPERIALISMO. Por Víctor Manuel Galán Tendero.

13.03.2024 10:59

               

                En el último tercio del siglo XIX se apoderó de gran parte de los países occidentales una fiebre política expansionista, el imperialismo. Las grandes naciones debían proseguir con su grandeza con la construcción de imperios, cuyos dominios dieran cumplida idea de la alta misión que la Historia y el Destino les habían encomendado.

                Más de uno imaginó que tras este exceso de retórica nacionalista se escondían intereses materiales. La segunda fase de la industrialización estaba forjando poderosas corporaciones, las asociaciones monopolistas de los patronos más sobresalientes. Atentos al lucro futuro, luchaban por todos los medios de arrancar posibilidades de ganancia a sus rivales, fueran mercados, inversiones, infraestructuras o materias primas. Así razonaba el Lenin del imperialismo como fase superior del capitalismo en plena Gran Guerra, en la que cruzaron espadas las distintas potencias imperiales.

                Sin embargo, la aplicación del imperialismo no comportó siempre, ni de lejos, provechos económicos. Los japoneses llegaron a perder dinero en muchos de sus años de dominio de Manchuria. El estado de guerra consumía ingentes recursos. Argelia tampoco fue durante u n tiempo una pera en dulce para Francia. Según estos planteamientos, la principal palanca del imperialismo estribó en la psicología, la del gusto de la dominación. Tal mentalidad forjó en la India una verdadera cultura de la sumisión, que incluso llegó a ser compartida por las gentes dominadas. Surgida antes de 1875, sería un triunfo de tendencias anteriores sobre otras más racionalistas y modernas. Algunos han considerado esta tendencia exculpatoria de los males del capitalismo. Las relaciones entre economía y política son complejas.

                Tradicionalmente, el impulso imperialista se ha ubicado en las metrópolis, pero también se han valorado las ambiciones de las sociedades surgidas en las colonias, las sub-imperialistas, capaces a veces de forzar la mano de los dirigentes de aquéllas. El entramado imperialista, ciertamente, resultó complejo. Incluyó muchas variables que no son susceptibles de simplificación, pero que dieron forma a toda una época.

                Para saber más.

                Ashis Nandy, The Intimate Enemy. Loss and Recovery of Self Under Colonialism, Delhi-Oxford, 1983.